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jueves, 26 de noviembre de 2009

Jorge Luis Borges



















El Mar




El mar. El joven mar. El mar de Ulises


y el de aquel otro Ulises que la gente


del Islam apodó famosamente


Es-Sindibad del Mar. El mar de grises


olas de Erico el Rojo, el alto en su proa,


y el de aquel caballero que escribía


a la vez la epopeya y la elegía


de su patria, en la ciénaga de Goa.


El mar de Trafalgar. El que Inglaterra


cantó a lo largo de su larga historia,


el arduo mar que ensangrentó de gloria


en el diario ejercicio de la guerra.


El incesante mar que en la serena


mañana surca la infinita arena.






del libro El Oro de los Tigres... que es una colección de poemas y textos breves en prosa escritos entre 1969 y 1972.


La imagen la tomé de www.mundolatino.org/cultura/borges/borges5.jpg

sábado, 21 de noviembre de 2009

Historieta infantil


En la Biblio de los chicos (www.educared.org.ar/imaginaria/biblioteca/), donde regularmente se suben nuevas historias (y también relatos tradicionales, cuentos y poesías), hay mucho material. Llevan años subiendo historietas, así que si un personaje atrae, siempre hay páginas disponibles. Además, el material de la web clasificado según el grado de aprendizaje de los chicos, lo que permite adaptar las lecturas a cada edad.
Fuente: Diario Página 12. Cultura y espectáculo. 21/11/09. Año 23. pág. 24. http://www.pagina12.com.ar/

miércoles, 18 de noviembre de 2009

Lazo de afecto


Este lindo regalito es de parte de Mariquita http://elamoresmasqueamor.blogspot.com/


“El amor es siempre amor, venga de donde venga. Un corazón que late con su acercamiento, un ojo que llora cuando se va, son cosas tan raras, tan dulces, tan preciosas que nunca deben ser despreciadas” Guy De Maupassant

domingo, 15 de noviembre de 2009

Félix Luna

Alfonsina y el Mar (zamba)


Por la blanda arena que lame el mar

su pequeña huella no vuelve más

un sendero sólo de pena y silencio llegó

hasta el agua profunda

Un sendero sólo de penas mudas llegó

hasta la espuma.



Sabe Dios qué angustia te acompañó

qué dolores viejos calló tu voz

para recostarte arrullada en el fondo de las

caracolas marinas la canción que canta en el

fondo oscuro del mar la caracola



Te vas Alfonsina con tu soledad

qué poemas nuevos fuiste a buscar

una voz antigua de viento y de sal

te requiebra el alma y la está llevando

y te vas hacia allá como en sueño

dormida Alfonsina vestida de mar.



Cinco sirenitas te llevarán

por caminos de algas y de coral

y fosforecentes caballos marinos harán una ronda

a tu lado y los habitantes del agua van a jugar

pronto a tu lado.



Bájame la lámpara un poco más

déjame que durema nodriza en paz y si llama él

no le digas que estoy dile que Alfonsina no vuelve

y si llama él no le digas nunca que estoy

dí que me he ido

Te vas Alfonsina....


Fuente: Nestor Denari. El Folklore en Canciones. Editora Musical Centro. San Luis. 1990

martes, 3 de noviembre de 2009

Cadena de Amistad


"Iniciemos una cadena de amigos… No cortemos esta cadena de amistad que nos une en la distancia a través de este medio...Y os ruego de corazón que no rompáis la cadena, que vayáis pasando sello de unos blogs a otros, para que realmente logremos formar esa "Cadena de Amistad".

Lo he recibido http://nuestramizade.blogspot.com/, invito a todos mis visitantes y seguidores a llevarse este sello y compartirlo con sus amigos...

domingo, 1 de noviembre de 2009

Carlos Mastronardi

Nació en Gualeguay, Entre Ríos, Argentina, en 1901 y murió en 1978. puede distinguirse en Mastronardi una faceta de constante reflexión en su incansable buscar formas y recursos literarios, elaborando una teoría que sustente su decir. Desde muy joven le atrae la pintura y el dibujo; no aparece por entonces su interés literario aunque dio a conocer algunos textos de corte humorístico en su provincia...
...Para tipificarlo habría que agregar que mientras Borges catnó, en sus primeros versos, al suburbio porteño, Mastronardi centra su interés en su pueblo. En su estilo conseerva la estrofa regular y prefiere los versos medidos y rimados.



Entrada en el desierto

Dicen que en este lugar he vivido,
pero no reconozco ni personas ni casas,
que si alguna vez miré, se disiparon.
Paso junto a unas puertas y unos patios sin voces,
indescifrables, mudos,
como si los hubiesen dejado en un desierto.
Nada de lo que tuve me espera en este pueblo.

A quién preguntar por aquel árbol
y por aquel jilguero que cantaba
en la serena siesta, si no quedan recuerdos,
y las cosas existen y se afirman
en el pasado mutuo, cuando alguien las comparte
y no se derrumbaron con las almas.

Soy el desconocido, el forastero,
como siempre le ocurre a alguien que retorna
cuando ya se borró lo que fue suyo.
Sólo advierto - quimera y simulacro -
unas sombras ruidosas, unos rostros anónimos.

Quiero saber de aquella madreselva
que era agasajo y sueño de unas tapias
rojizas, vacilantes por el lado del río.
Nadie responde. Llegan los meses agradables
y es otra, sin embargo, esta delicia,
esta luz que en noviembre inspira al pájaro.

Regreso después de años, y me digo
que en los acuerdos íntimos se asienta
la realidad incógnita. No hay señales ni me ampara
esa querida gente que acaso huyó con ella.
Ya no queda ninguna,
ni siquiera enemigos para exaltar el ánimo.

No encuentro el sauce pródigo que me obsequiaba sombra,
ni esa piedra pulida por el tiempo,
ni aquel grillo selvático que esperé muchas tardes.
Yo estaba y era en ellos. Me ayudaron
a cavar el abismo del futuro.

En las cosas me apago,
ya que, agónica y siempre, la versátil sustancia
vacila entre su fin y su principio
en vaivén que consume nuestros días.
Todos han muerto. Espejo sin imagen,
enfrento una penumbra despoblada.

El pasado se adueña de la noche
y anda en el lastimado viento solo,
que al desvelar distancias
sufre un idioma de ladridos pobres.
No hay un alma. Lo extinto reaparece
cuando la vida calla, y se apacigua
para sentir más cerca los ausentes.
Busco una calle, piso unas baldosas,
donde mis lentos pasos no resuenan
y doy con unas casas ignoradas
sin poder recobrarme. Soy ahora el extraño
que ha perdido las huellas del tiempo aquí dejado.
Esperaba un jardín, y miro un páramo.
El mundo real se oculta. Aquí no hay nada.

(Inédito, publicado en El Diario de Paraná, el 23-06-1976)


Fuente:

http://www.autoresdeconcordia.com.ar/

Historia de la literatura argentina. La Poesía de 1922. Capítulo 69. Centro Editor de América Latina. Bs. AS. Argentina. 1980. pág. 85.

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